Decálogo del perfecto microficcionista


I. Mófate del maestro.

II. No creas que haces Literatura. Toma esto como cierto aunque sea cierto.

III. No te pongas límites. Pero, si tu microficción sobrepasa las 50.000 palabras, piensa que ya es hora de ir buscándole un remate.

IV. No matarás a tu personaje, es un truco viejo. De todas maneras, si no hay más remedio, asegúrate de que se muera bien muerto. Huye de las resurrecciones y demás continuismos como de la peste.

V. Debes ignorar hacia dónde va tu historia aun después de haberla acabado.

VI. Codiciarás la microficción de tu prójimo.

VII. Sé omnisciente o el malo de la película o, lo más recomendable: las dos cosas al mismo tiempo.

VIII. Sé orgulloso, pedante, sabelotodo, irónico, fanfarrón.

IX. Que tu historia sólo tenga valor para el pequeño ambiente en el que se mueven tú, Dios y otros colegas.

X. Ten presente que nada hay tan previsible como un final imprevisible.

XI. Excédete, siempre excédete un poquito.

Betamorfosis


Cuando Gregorio Samsa se despertó una mañana de un sueño intranquilo, se encontró en su cama transformado en un bicho monstruoso. Estaba tumbado sobre su espalda dura armadura y vio, al levantar un poco la cabeza, el vientre marrón curva dividido por aparatos de arco, en esta altura de la manta, casi a punto de deslizarse por completo, no podía quedarse. Sus muchos, en comparación con su circunferencia, lastimosamente las piernas delgadas, parpadeaban sin poder hacer nada ante sus ojos...
Franz Kafka y Google Translator

Diez pelis en 40 renglones


Festival de cine de Mar del Plata 2010

10 pelis con pingüinómetro, de menor a mayor

Kaboom,de Gregg Araki. Supuestamente transgresora y alucinada no es otra cosa que una película más de jovencitos universitarios lindos y brujerías de baja estofa. 1 pingüino, y somos generosos.

La torre de marfil (Ivory Tower), de Adam Traynor. Bajo presupuesto y bajas ideas. Conflicto entre hermanos que quiere parecer inteligente y es una pavada total. 2 pingüinos.

El fantasma de Belgrado (Berogradski fantom), de Jovan B. Todorovic. Documental extendido. La anécdota daba para un corto de 10 minutos: en 1979 un tipo roba el único Porsche de Belgrado y se dedica a ridiculizar a la policía haciéndose perseguir frente al “público” de Slavija. Sólo para yugonostálgicos como yo, 4 pingüinos.

Caño dorado, de Eduardo Pinto. Si El secreto de sus ojos ganó un Oscar, bien podrían dárselo a esta peli argentina, que no es peor. Está bien filmada, es entretenida, todos los detalles técnicos son impecables, el tema es interesante: la villa, la marginalidad, está bien tratado. Pero le falta vuelo, salirse del molde, peca de convencionalismo. 7 pingüinos

Erratum, de Marak Kechki. Un tipo va al pueblito en el que se crió a buscarle un auto a su jefe y, como no podría ser de otra manera, pasa algo que lo retiene y se desencadenan hechos a través de los cuales se reconstruye su historia y se proyecta una reparación. Ternura en medio de la dureza. 8 pingüinos y no sé si me quedo corto.

Goma (Rubber), de Quentin Dupieux. Parece que Tarantino no es el único Quentin del cine. Historia de un asesino serial que no es un ser humano sino una goma de auto. El planteo parece insostenible pero se mantiene firme hasta el final a fuerza de inteligencia y humor. La escena final es maravillosa. 8 pingüinos y medio.

Blanco, blanco mundo (Beli, beli svet), de Oleg Novkovic. Tragedia euripidiana, con canciones cantadas por los actores y realismo crudísimo en el entorno de un boxeador muerto en el pueblo más contaminado del mundo, Bor, Serbia. Imperdibilísima: 9 pingüinos.

La peluquera (Die Friseuse), de Doris Dörrie. Los problemas de una gorda: no consigue laburo, se separó, en fin. Daba para una berretada pero es una belleza de película. La actriz se lleva el 80 por ciento, una genia, y la directora el otro veinte porque la historia está tremendamente bien contada. 9 pingüinos.

Por favor, no molestar (Lotfan mozahem nashavid), de Mohsen Abdolvahab. En Irán debe estar prohibido hacer películas malas. No hay película iraní que no me guste. Ésta no es la excepción. Tres cuentos: una estrella de la tele que faja a su mujer, un juez al que le roban la billetera y negocia con el ladrón y una familia de viejitos que quiere reparar la tele pero desconfía del service, que viene con un bebé. Hermosísimas historias. 9 pingüinos y medio.

La rosa de Kawasaki (Kawasakiho ruze), de Jan Hrebejk. Joya total. La historia empieza en un adulterio y termina en la amistad entre un exiliado y un artista japonés pasando por el desenmascaramiento de las traiciones de un héroe disidente que no era lo que parecía. Sorprende todo el tiempo, los diálogos son impresionantes, las actuaciones, los planos, en fin. 10 pingüinos.

¿Esto es arte o lo tiro? Pandemia cultural

¿Esto es arte o lo tiro? Pandemia cultural Programa de radio emitido por FM Fribuay entre los meses de septiembre y diciembre de 2020. Parti...